Envejecer sin morir en el intento.

Nuestra sociedad se encuentra en un acelerado procesos de envejecimiento, cada vez nacen menos niños, y la vida se prolonga cada vez más, pero…  ¿qué pasa con la calidad de vida? Si bien la calidad de vida encierra muchos factores, entre ellos el tipo de dieta, la actividad física, más concretamente el ejercicio físico, la calidad del sueño, las relaciones interpersonales, el consumo de sustancias peligrosas, la calidad de nuestro medio ambiente y un largo etcétera. Incorporaré una definición muy minimalista para referirme a la calidad de vida y será la siguiente:

Podemos distinguir 2 eventos centrales en nuestra historia vital, a saber; el nacimiento y la muerte y, para entender la calidad de vida, incorporaré un tercer factor el inicio de la causa de nuestro fallecimiento y en consecuencia la calidad de vida dependerá de la distancia, en términos de tiempo, que separe el inicio de la causa de muerte y nuestro último aliento y en este sentido diremos la calidad de vida es inversamente proporcional al tiempo que transcurre entre la aparición de la causa de muerte y el fallecimiento propiamente tal. Por ejemplo, un joven sano, deportista, con una carrera profesional en ascenso, que mantiene una relación de pareja sana, un buen día sale de excursión a la montaña y en el ascenso cae por una pronunciada quebrada, falleciendo producto de un fuerte golpe en la cabeza. La causa de muerte para efectos de este ejemplo está en el mismo momento del fallecimiento, en consecuencia, su vida, aunque corta y dolorosa para quienes le sobreviven, fue de muy buena calidad. A la inversa un adulto, cuya historia de vida relata de su sedentarismo, adicción al tabaco y al alcohol, amante de la buena mesa y un par de relaciones de pareja fracasadas, se encuentra a los 47 años con un enfisema pulmonar que posteriormente evoluciona a enfermedad pulmonar obstructiva crónica, producto del hábito tabáquico, falleciendo algunos días después de cumplir 67 años. En este caso, la causa de muerte y el fallecimiento se distanciaron 20 años, un prolongado espacio de tiempo en que la vida del personaje de nuestro ejemplo transcurrió entre demandas de atención de salud, tratamientos farmacológicos y discapacidad respiratoria, vale decir, una mala calidad de vida prolongada.

Es cierto que hoy vivimos más que a mediados del siglo pasado, sin embargo, la pregunta es: ¿efectivamente estamos viviendo más? ¿o hemos extendido el camino a la muerte?  Nuestros últimos años se viven cada vez más en la mala salud atormentados por 4 verdaderas plagas, diabetes, cáncer, enfermedades cardiovasculares y demencia, el mensaje entonces para nuestra conversación está en crear la consciencia de centrarnos en nuestra salud, en la cantidad de años que vivimos con buena salud y no solo en los años de esperanza de vida, en los años que estaremos vivos.

Mientras los científicos en laboratorios de distintos recintos universitarios trabajan en líneas de investigación orientadas a prolongar la vida estudiando la forma de regenerar los telómeros, reactivar el tipo, reducir la senescencia celular, el cirujano oncológico Dr. Peter Attia, se pregunta ¿Cuál es el sentido de vivir más si la vida apesta? efectivamente … los datos respaldan esta preocupación, la King’ Fund de Londres informó que durante el 2022 un hombre en Inglaterra podría vivir 79,4 años, su esperanza de vida saludable promedio era de 63,1 años, por lo que habría pasado 16,3 años con deterioro en su salud y, en el caso de las mujeres, con una esperanza de vida de 83,1 años, 19,3 años se habrían ocupado en restablecer una salud deficiente. En otras palabras, estamos viviendo un número creciente de años con discapacidad. Si bien la mayoría de nosotros viviremos hasta los 70 y 80 años, lo más probable es que muramos una muerte “lenta” por una afección crónica que comenzó muchos años antes.

¿Qué hacer entonces?

Como primera medida se debe tener presente que los años con mala calidad de vida son evitables, pero que debemos iniciar los hábitos que nos permitirán una vida saludable, tempranamente y esa preocupación se llama autocuidado,  que tiene 2 importantes vertientes: una alimentación sana, rica en frutas y verduras, cereales integrales, legumbres, consumo frecuente,  de semillas como las nueces y las almendras, pescado, aceite de oliva y productos con proteínas animales moderadamente, carnes, huevos, lácteos. La segunda vertiente son los ejercicios tanto de tipo cardiovascular como de fuerza. Caminatas diarias con aumento permanente del tiempo y de velocidad hasta llegar a unos 10.000 pasos al día. Se debe entrenar el equilibrio, los estudios muestran que la pérdida de equilibrio está directamente relacionada con menos años de vida, la dificultad al pararse de una silla relativamente baja en la que se está sentado es también una mala señal